Formas y materialidades

Una masa anónima escucha extasiada las canciones declamadas por un ciego que recita de memoria las líneas de los pliegos que vende; la esperada publicación de la nueva entrega de aventuras rocambolescas en los diarios de principios del siglo XIX o la vasta y colorida oferta de novelas de los quioscos a mediados del siglo XX: en tanto que hija de la tecnología, los diferentes avances tecnológicos—p.ej. en términos de impresión, mejorías en la calidad del papel, etc.–demandarán la conformación de nuevos formatos editoriales de la literatura popular. Estos avances también implican nuevas formas de relacionarse con su gran público. A continuación, describimos algunos de estos formatos populares.

 

Literatura de cordel

La invención de la imprenta hizo posible la creación y distribución de impresos, transformando así la difusión del conocimiento en Europa; a su vez, acercaría la literatura impresa a las clases pobres. Ya desde los inicios de la imprenta circularon en España humildes impresos con romances, noticias y canciones que podían ser adquiridos a muy bajo precio: los primeros impresos populares españoles datan de 1482. Distribuidos por buhoneros, cofradías de ciegos o colgados de cordeles en puestos en plazas de mercado, esta tradición editorial se extendería hasta mediados del siglo XX, creando durante su larga existencia una vasta tipología de impresos populares. Un primer intento de conceptualización del fenómeno editorial lo hace Julio Caro Baroja (1969) con el término “literatura de cordel” el cual ofrece “coherencia a un corpus de una gran diversidad textual y física” (Botrel & Gomis 2019, 127) al privilegiar el criterio bibliográfico y considerarlo desde su materialidad y las redes de difusión en las que se entrama. Para el caso español, la unidad básica de medida de los impresores de libros era el pliego suelto y, a la vez, la base de la literatura de cordel. La manipulación del pliego, es decir su doblamiento cierto número de veces, traería consigo diferentes formatos: al doblar dos veces el pliego podía crearse un cuadernillo de ocho páginas p.ej. (cf. Botrel & Gomis, 2019). Dentro de sus características pueden mencionarse la calidad de su papel, su impresión descuidada, el uso de grabados, así como su peculiar forma de distribución: a través de buhoneros o ciegos (cf. Mendoza Díaz-Maroto 2000: 27). Estas características son fundamentales para garantizar la baratura de estos impresos, lo cual es imprescindible para hacer atractiva su compra en un amplio espectro de la sociedad de su tiempo.

Horrible asesinato: ejemplo de relación de sucesos. Este tipo de tipo de pliegos pretende informar sobre crímenes ocurridos o bien sobre ejecuciones a criminales.

Para Caro Baroja la Literatura de cordel es una literatura “de pobres o para gente pobre sobre todo” (1990:65) y en cuyo proceso de conformación y divulgación tuvieron un rol fundamental los distribuidores de los materiales impresos, particularmente las cofradías de ciegos que distribuían estos impresos en su trasegar errante por el territorio español. El ciego podía asumir diferentes roles desde ser simple transmisor, un falso autor a ser poeta, el autor verdadero, de las rimas que recita (Caro Baroja, 1990: 57). Ahora bien, se podría decir que el género de la literatura de cordel fue modelado por los impresores, verdaderos creadores de la literatura popular, gracias a la cercanía con el gran público—representado en su profundo conocimiento de los gustos populares, así como de las tradiciones líricas populares, lo que les permitía imprimir o reimprimir aquellos textos o pliegos que antes habían sido comercialmente exitosos “La literatura de cordel es en esencia el reflejo de las pasiones más populares (…) es lo que se ha seleccionado oscuramente por o para el pueblo, lo que se ha creado deliberadamente por él o para él” (Caro Baroja, 1990: 524).

Es en los vastos géneros de la Literatura de cordel donde pueden encontrarse esas “pasiones populares” como la religión, las historias de caballería o la épica, pero también las historias de crímenes, de milagros, el humor satírico, los eventos políticos y las guerras, los desastres naturales o las historias de cautivos, temas incorporados en el corpus del cordel a partir de 1550 (cf. Botrel & Gomis 2019, 128). Predominante de esta literatura es también el uso del romance, popular desde tiempos medievales, y que consiste en una combinación métrica en versos octosílabos con rima asonante en los versos pares. Algunos géneros son los romances tradicionales, las relaciones de comedias, las jácaras y las historias de bandidos, así como las relaciones de sucesos entre otros.

La edad de oro de la literatura de cordel se enmarca en el siglo XVIII, período en el que más se cultivó el género, quizás como resultado de la propagación de pliegos sueltos que hicieron las cofradías de ciegos en el siglo anterior, particularmente gracias a los diferentes privilegios otorgados por Resoluciones reales que los declaraban como únicos vendedores de “gacetas y otros papeles curiosos” y que incluso, en 1748, también les otorgaría el privilegio exclusivo de distribuir “las relaciones de los reos ajusticiados”. Finalmente, en las primeras décadas de del siglo XX comenzaría la decadencia de la Literatura de cordel hasta desaparecer por completo a mediados del siglo vencida finalmente por otros medios, como la televisión y la radio. Estos cambios técnicos, que también influyen en el cambio de público, serían decisivos para crear un ambiente social inadecuado para la pervivencia del género de cordel. La historia de la Literatura de cordel en el mundo lusófono es diferente: en Portugal hasta la década de los ochenta se publicaron estos impresos y en Brasil esta tradición continúa relativamente viva, llegando incluso a buscar soportes virtuales con plataformas como YouTube.

Aleluyas

Dentro de la variedad de publicaciones populares agrupadas en la categoría de pliegos de cordel, las aleluyas hacen parte de un tipo de publicaciones (como las estampas o los gozos) en las que el componente visual tiene mayor predominancia que el componente escrito (Botrel & Gomis 2019,130). Este formato popular puede ser el que más despierte la curiosidad de lectores actuales, precisamente por su semejanza con otros productos culturales hijos de la modernidad industrial como son los cómics o historietas.

 

Las aleluyas se componen de ilustraciones acompañadas por dos líneas de texto, que suelen estar compuestas en versos octosílabos pareados y que aluden a las imágenes en cuestión, constituyendo así un interesante ejemplo de narración multimodal en la que este tipo de rima nos recuerda su origen popular. Distintivo de su composición es también la presencia de 48 viñetas, usualmente enumeradas, distribuidas en un pliego de papel de 420 X 305 mm y el uso de papel de colores para su impresión.

Aunque en lengua española el nombre que reciben este tipo de impresos puede remitir falsamente al ámbito religioso, estos distan mucho de ser impresos religiosos. Aunque en lengua española el nombre que reciben este tipo de impresos puede remitir falsamente al ámbito religioso, estos distan mucho de ser impresos religiosos. Su origen semántico parece remitir a dos circunstancias colindantes: en Castilla, durante las celebraciones del Corpus Christi y de la Pascua, era tradición arrojar a las procesiones unas estampas recortadas con imágenes de santos, en cuyo reverso estaba escrita la palabra Alleluia. Por su parte, en Cataluña el término Auques fue usado para referirse a una serie de impresos con diferentes imágenes dispuestas en hileras, utilizadas en juegos de cartas y de adivinación con representaciones visuales de astros como la luna o el sol. Uno de los más antiguos que se conocen es El Auca del sol i la luna que data de 1676, xilografía atribuida a Pere Abadal i Morató.

Este tipo de impresos fueron introducidos en Madrid a mediados del siglo XIX por el impresor catalán José María Marés y Roca, instalado en la capital desde 1842. Dada la semejanza entre ambos impresos el vocablo aleluya se impuso en Madrid y después en el resto del territorio español, para nombrar aquellos materiales impresos sin ninguna relación con motivos religiosos. Marés imprime una serie de 115 aleluyas, la cual es fundamental en la consolidación de este subgénero:

 

 

La influencia de la tradición catalana de las aucas es determinante en el lanzamiento de esta línea editorial por parte de Marés, tanto por lo que respecta a la tipología del impreso y a los temas de sus aleluyas iniciales, como por la participación de dibujantes y grabadores catalanes en la realización de las mismas (Gomis, 2016).

 

La serie de Marés es una muestra ejemplar de los diferentes tipos de aleluyas y los temas desarrollados en estas. Un tipo de aleluya es de carácter enumerativo, es decir solo se muestran ilustraciones y la información textual cumple la función de explicar las imágenes en cuestión. Sus temáticas predilectas son la educativa, religiosa, recreativa y costumbrista. Hacen parte de este tipo pliegos, por ejemplo, aquellos que muestran los diferentes edificios de Barcelona, las distintas etapas de alguna procesión religiosa o abecedarios cuyas palabras divididas en silabas parecen indicar la función educativa detrás de estos pliegos. Con la generalización del uso de las explicaciones en prosa, producida a principios del siglo XIX, las aleluyas dejan de ser “mudas” (cf. Álvarez Barriento 1997:24). El segundo tipo son denominadas narrativas, ya que los medios de significación implicados, sumados a la tipología movilizada, inyectan una progresión narrativa. Predominante para este tipo es el género biográfico que cuenta la vida y aventuras de personajes famosos (ficticios e históricos) con matices folklóricos y religiosos.

Un ejemplo de este tipo de aleluya puede encontrarse en Vida de Papa-Moscas, en el que se narra en clave humorística la vida y muerte de uno de los autómatas de la Catedral de Burgos: abandonado en su tierna infancia, Papa-Moscas intenta sortear cada etapa de su vida, aunque su estupidez y falta de entendimiento lo meterán una y otra vez en divertidos problemas. En lo concerniente a la ilustración llaman la atención los rasgos grotescos imprimidos a la imagen del protagonista que distorsionan su humanidad, asemejándolo en algunas viñetas con un animal, y que facilitan el efecto humorístico en el lector.

 

 

Otro ejemplo de las aleluyas narrativas es Vida de la mujer buena y mala en la que el aspecto moral y aleccionador es mucho más evidente. En esta se presentan a dos mujeres con vidas y destinos diferentes: aquella que rige su vida por los valores y pautas sociales consideradas para su época como positivas, aceptadas y esperadas para una mujer y aquella que, en clara oposición con la entrega, dedicación y obediencia asignadas a su rol de mujer, vive una vida al margen de las buenas costumbres y los valores cristianos, lo que la lleva a torcer su vida y, finalmente, ser castigada con la prisión y la muerte.

La sofisticación narrativa de estos pliegos, entendida como la introducción de la explicación grabada en prosa, puede entenderse atendiendo a la evolución de factores como el aumento de la tasa de alfabetización y del desarrollo de la litografía y la imprenta. Su período de esplendor se sitúa a partir de 1850 hasta finales del siglo. Las aleluyas se distribuyeron en puestos de periódicos, almacenes de papel y, probablemente, entre buhoneros, siendo así distribuidas en estructuras de ventas informales y callejeras. De acuerdo con las oscilaciones de Álvarez Barriento (1997:25), hacia 1874-1875 las ventas mensuales de aleluyas de un impresor catalán podían estimarse en casi 10,000 ejemplares. El precio de los aleluyas para la fecha era más económico que un libro, pero no tanto como los periódicos, siendo pues un material idóneo para una clientela sin muchos recursos económicos y con una incipiente formación lectora. Este tipo de pliegos: “representan una evolución hacia una relación más individual con la literatura y formas primitivas de lectura más o menos memorizada, en voz alta” (24)

En una de las entradas de nuestro blog, se ha presentado no solo este formato del pliego popular, sino también la manera en que pueden consultarse en nuestro OPAC. Las personas interesadas pueden remitirse al artículo en cuestión.

Manifestaciones editoriales de la narrativa popular

En la segunda mitad del siglo XIX se desarrollaron métodos mecánicos y químicos para la producción de pulpa de papel, lo que abarataba los gastos de impresión. A su vez, ligado al surgimiento y establecimiento de la prensa moderna, sus largos tirajes y la conformación de una clase obrera en las incipientes y sobrepobladas ciudades industrializadas, la literatura popular tendría un contexto propicio para el surgimiento de un mercado editorial.

El folletín puede entenderse como una forma de edición característica de la industria editorial del siglo XIX (Romero Tobar 1997:126), siendo un antecedente de otros formatos populares como la novela por entregas o la novela popular. Por su parte, el Diccionario de La Real Academia Española lo define como: “Sección de un periódico en la que se publicaban por entregas textos dedicados a asuntos ajenos a la actualidad, como ensayos o novelas.” Las otras acepciones de la entrada destacan la popularidad de la que gozaban estas publicaciones, caracterizadas por su carga melodramática y situaciones insólitas. El origen de este formato editorial suele datarse hacía 1836, fecha en la que el diario francés Le Siècle emprende la publicación fragmentada de una versión del Lazarillo de Tormes. Esta iniciativa pronto sería copiada por el diario rival La Presse, al publicar por entregas el relato La Vielle Fille de Honoré de Balzac (cf. Eguidazu 2008: 46; Romero Tobar 1997). A partir de este momento, esta forma de publicación sería adoptada en la prensa europea y española, siendo el folletín una estrategia de los diarios para asegurarse un mayor número de suscriptores. Por su parte, los textos publicados eran previamente acordados entre el dueño del periódico y los escritores, muchas veces desconociendo el fin de la historia lo que implicaba su redacción sobre la marcha. El folletín estuvo entonces especialmente vinculado a la prensa, en la que ocupó un lugar privilegiado en sus páginas.

El folletín anticipa un sistema particular de venta y difusión de textos fragmentados, las entregas, del que diarios y editoriales harán parte: se trata del sistema de suscripciones que les asegurará a los lectores la entrega de un nuevo número de la novela en cuestión, hasta poderla completar y eventualmente (muchas veces las editoriales también ofrecían una tapa para ser adquirida) encuadernar la obra coleccionada. La fórmula de éxito comercial se utilizaría frecuentemente, por ello se puede afirmar que “la industria editorial del siglo XIX no hizo otra cosa que estandarizar” (Romero Tobar 1997:128). Este tipo de bienes culturales se conocen como las novelas por entregas o novelas de folletín cuyo rasgo distintivo es la periodicidad fija de la entrega, lo que la distingue de la literatura de buhoneros o de tipo tradicional (cf. Romero Tobar 1997, 223).

Para Botrel (1974): “Las publicaciones por entregas son las que no llegan al lector o consumidor en una obra completa, sino por cuadernos o pliegos, a los que suelen acompañar ilustraciones fuera de texto o incluidas en él” (111). El cuadernillo o fascículo entregado será la base del nuevo libro que está por nacer y constituye la base de la literatura por entregas. Los destinatarios de este tipo de productos eran personas que no tienen un gran poder adquisitivo, alfabetizada recientemente y que carece de hábitos de consumo de bienes culturales. Una entrega consistía usualmente en dos 2 capítulos con una extensión de 32 páginas, carga de lectura que podía ser fácilmente asumida por esta población (Botrel 1974: 119). En efecto, los suscriptores compran lectura (en términos cuantitativos) en lugar que determinada novela.

Este sistema de distribución ofrecía ventajas tanto a editores como consumidores: para el editor era mínima la inversión de capital para la continuidad de un proyecto, ya que los contratos de suscripción de los primeros números podían asegurar la producción de los números siguientes. De esta forma la producción es regulada según su demanda, evitando así la inmovilización de capitales y el almacenamiento de existencias. Es precisamente en esta mentalidad empresarial, en su sentido moderno, que puede identificarse otro rasgo distintivo con respecto a la literatura de cordel (Romero Tobar 1997: 223). Por su parte, para el consumidor este modelo era una forma para adquirir una obra gracias a gastos periódicos reducidos durante un período de tiempo generalmente largo. La segmentación del coste final en gastos semanales reducidos alivianaba así el esfuerzo que podría suponer la compra de un libro.

Finalmente, destacamos la novela popular, que se refiere a un tipo de novela muy económica y que no se destaca necesariamente por su calidad literaria, los lectores son ajenos a las exigencias estéticas y su interés radica más en los efectos inmediatos de la lectura (Romero Tobar 1997:222). Dado su precio podía ser comprada y leída por muchísimas personas. Su objetivo era entretener a los lectores, por eso sus tramas eran muy simples y con temáticas orientadas a la aventura o emoción. Se trata de una manifestación propia del siglo XX, en España, y sus décadas de oro son las que transcurren entre 1930 y finales de la década de los sesenta. Se trata de un soporte que sistematizó las dinámicas de producción y de distribución de materiales de lectura utilizados en los siglos pasados. Así mismo, se nutre de las diferentes manifestaciones de la literatura popular del siglo XIX, transformándose con los modelos de ficción anglosajones y la introducción de medios de comunicación modernos que privilegian la visualidad. Algunos autores optan por denominarla novela de consumo popular, lo que permite ahondar en las características de su destinatario: extensos sectores semiletrados. Para Romero Tobar (1997): “la novela de consumo popular incluye tanto el relato tradicional de ciego o buhonero, como las más modernas novelas de folletín y las derivaciones eróticas o sentimentales del relato literario naturalistas de finales del siglo” (223). A su repertorio se agregarán las novelas de ciencia-ficción, del Oeste, las novelas rosa, entre otros géneros que impondrá la lógica editorial.

Literatura consultada

Álvarez Barriento, J. (1997) Diccionario de literatura popular española. Ed. Colegio de España: Salamanca.

Botrel, J.-F., & Amorós, A. (1974). Creación y público en la literatura española / ed. a cargo de J.-F. Botrel .. A. Amorós . Ed. Castalia.

Caro Baroja, J. (1990) Ensayo sobre literatura de cordel. Ediciones ISTMO: Madrid.

Eguidazu, F. (2008) Del folletín al bolsilibro : 50 años de novela popular España (1900 – 1950). Editorial Silente: Madrid.

Mendoza, F. (2000) Panorama de la literatura de cordel española. Ollero & Ramos: Madrid.

Rospocher, M., Salman, J., & Salmi, H. (2019). “Literatura De Cordel” From A Transnational Perspective. New Horizons For An Old Field Of Study. In Crossing Borders, Crossing Cultures (Vol. 1, pp. 127–142). Walter de Gruyter GmbH. https://doi.org/10.1515/9783110643541-008